lunes, 2 de mayo de 2011

De superhéroes, terrorismo y la paz en el cielo...


Era la mañana del 11 de septiembre de 2001, casualmente me encontraba estudiando aún en la universidad, el exámen parcial de Historia Universal había comenzado ya hace 15 minutos, y yo apenas iba bajando del trasporte público. De pronto una pequeña aglomeración se acercaba a los monitores de las cafeterías, de los salones salían alumnos y profesores con cara de incredulidad, todos, menos la clase a la que yo iba. Se rumoraba que un misil había impactado un centro importante de Estados Unidos, -¿sería acaso el inicio de la tercera guerra mundial?- decían otros. Posteriormente se informaba el choque accidental de una pequeña aeronave, tal vez una avioneta en la parte más alta de una de las torres gemelas. Fue en ese momento cuando por fin pude llegar al callado salón de clase y me dispuse a entrar, el profesor accedió a darme la hoja del exámen y en tono de burla me preguntó: ¿Y ahora por qué tan tarde, contra qué camión chocó la combi en la que venía?, Yo le respondí: -No profesor, ahora no fue un camión, de hecho se trata de una avioneta que se acaba de embarrar en una de las torres gemelas-. Estas fueron las palabras mágicas que hicieron que la prueba finalizara en ese momento, aquel profesor Anti-Yankee salió del salón tan rápido como pudo para ser un miembro más de la aglomeración en las cafeterías.
Más tarde, en los noticieros aparecía George W. Bush, presidente en ese momento de Estados Unidos, dando palabras de consternación e informando al mundo que tenían el nombre del autor intelectual de los atentados, aquel que pasaría a ser considerado en tan sólo unas horas en el enemigo público número uno, aquel que había logrado mostrar la vulnerabilidad de la gran potencia mundial, justo unos días después de que las pruebas de misiles antiaéreos de defensa resultaran ser ineficientes; aquel que respondía al nombre de: Osama Bin Laden.
Fue ese hecho el que sacudió las fibras sensibles de los americanos, ese hecho que como anillo al dedo incrementó la popularidad de un entonces presidente que luchaba contra los medios de comunicación, justificando posibles fraudes electorales sobre su votación, ese presidente que no encontraba justificación al incremento desmedido en el gasto corriente, ese presidente que al igual que Osama, se convirtió en cuestión de horas de villano a superhéroe, al declarar la guerra no sólo a una persona, sino al terrorismo mundial en su conjunto, aquel que devolvería la paz mundial, aquel que sólo necesitaría el apoyo de su pueblo a través de la reelección.

Es así como misteriosamente o tal vez algún capricho de Dios, a casi 10 años de los hechos lamentables del 9/11, aparece un nuevo superhéroe americano, aquel que mediante sus súperpoderes de mercadotecnia e igualdad publicitaria llegó al poder y hasta hace 2 días atravesaba, al igual que su antecesor, por una racha de desprestigio e incredulidad por parte de sus ciudadanos, aquel que sabía que mantener un gran ejército cansado hasta el otro lado del mundo sólo generaba enormes gastos sin plusvalía, ese mismo que prometió retirarse de los conflictos bélicos no justificados, y que ayer dio la gran noticia, que volvió a mandar a los americanos a las calles, sólo que en esta ocasión sin la finalidad de generar terror, al contrario, les entregaba júbilo y felicidad, un día que decían algunos, debería ser considerado un día feriado, el día en que su archienemigo había muerto, aquel archienemigo que después de haber sido buscado incansablemente durante casi 10 años, había sido aniquilado y arrojado al mar, aquel al que ningún Marine ni agente de la CIA, tuvo el cuidado de retratar y confirmar su muerte, aquel que al momento de su desaparición generará el retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán, aquel que ya no dará más gastos a la economía más grande del mundo, aquel que por una simple letra podría ser tocayo del que ahora se alza como el salvador de la paz mundial, aquel que le quitó su día de gloria a Juan Pablo II y al América...

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