lunes, 16 de agosto de 2010

Adicción. Lindo parasito.



Cuando hablamos de adicciones y adictos, por lo general pensamos en drogas y drogadictos. Imaginamos al chemo que se la monea a las afueras del metro, al pacheco que le atiza las patas al diablo en medio de un concierto o al coco que se polvea la nariz en el baño de un antro. También pueden venir a nuestra mente el alcohólico inconciente sobre la mesa de una cantina o el fumador que sale a media noche a comprar una cajetilla de cigarros.

Pero, para empezar ¿qué es una adicción? Una Adicción se puede definir como una enfermedad primaría (es decir que no es síntoma de algún otro padecimiento), crónica y con factores múltiples que influyen en su desarrollo y manifestación, factores que pueden ser genéticos, biológicos, psicológicos, sociales, culturales y ambientales. La enfermedad es frecuentemente progresiva y fatal, aunque no necesariamente de un modo directo. Se caracteriza por un deseo irrefrenable del consumo de alguna sustancia o la práctica de alguna conducta, dicho deseo genera una necesidad tal que quien padece la adicción destinará cada vez más recursos a su satisfacción, descuidando otros aspectos de su vida. Aun y cuando el adicto conozca la nocividad directa o indirecta de su adicción, su pensamiento sufre una distorsión que le impide tomar conciencia del daño, el valor de la satisfacción es tan grande que cualquier perdida queda minimizada, un trago de whisky puede llegar a ser más valioso que el aniversario de bodas o el cumpleaños de un hijo e incluso que la misma esposa o el hijo.

Cualquier persona puede caer en adicción, sin embargo, los factores que se mencionan en la definición contribuyen a su desarrollo y al tipo de adicción, por ejemplo, los hijos de alcohólicos tienen una predisposición de 3 a 4 veces mayor que la de hijos de no alcohólicos, si a esto le sumamos el hecho de que se criaron con alcohólicos, sus amigos los presionan para beber, existe una exposición continua al alcohol y en su cultura es aceptable o cuando menos tolerable la bebida, la predisposición se eleva exponencialmente.

Si bien las drogas (psicotrópicos), el alcohol y el tabaco son las adicciones más identificables, no son las únicas, prácticamente cualquier cosa o conducta puede ser adictiva. La adicción no está en el objeto del deseo, sino en el deseo mismo, en otras palabras, no es la cerveza la adicción, sino el deseo por la cerveza. Otras adicciones, pueden ser al juego, el trabajo, la comida, las compras, el ejercicio, el sexo, la Internet o incluso puede generarse adicción a una persona, grupo o a los romances. Hay adicciones cuyo objeto puede ser general, por ejemplo al juego, a un ludópata poco le puede importar si juega black jack, ruleta, póquer o lotería; o bien, el objeto puede ser específico, un comprador compulsivo, puede satisfacer su deseo con un tipo de bienes en particular, ya sean autos o corbatas.

Puede sonar tonto el hecho de que alguien sea adicto a las corbatas, parece inverosímil, yo mismo pensaba así, hasta que conocí a uno, al que llamaré Honorato. Después de todo ¿qué tenia de malo que a Honorato le fascinaran las corbatas y hasta las coleccionara? En realidad nada, la adicción no estaba en las corbatas, sino en el deseo desmedido por ellas. El problema de Honorato, no era que en cosa de un año se hubiese comprado cerca de 500 corbatas, ni que fuera todo un experto en el tema; no, el problema era que tenía que gorrear la comida, que reprobaba matemáticas por prestar más atención a GQ que a su libro de cálculo, que sus amigos le sacaban la vuelta pues su conversación era única y exclusivamente sobre corbatas y que sentía más atracción por una corbata que por una mujer. Nunca supe si la adicción de Honorato tenía algún componente de fetichismo, pero no dudé que fuera una adicción. Curiosamente rara vez las usaba, por lo menos en público. Las adicciones al igual que las corbatas vienen en muchos estilos, formas, colores, estampados, telas, etcétera, pero a diferencias de estas, siempre, siempre vienen en talla Extra Grande.

Las adicciones tienen disfraces, así que un adicto al trabajo puede aparecer como un exitoso empresario o un adicto al ejercicio, pasa por un atleta de alto rendimiento. También hay adicciones socialmente más o menos aceptables que otras, un adicto al sexo (soltero) será admirado y envidiado por sus amigos, en tanto que un adicto a los solventes será rechazado, especialmente si su círculo social considera esa adicción inaceptable.

Aunque parezca curioso, también hay clasismo y racismo en las adicciones, un magnate que se la monea es mal visto, incluso en su mismo círculo de adictos, eso es para clases bajas; por otro lado, para un anglosajón estadounidense el crack es una droga propia de negros.

Como si lo anterior fuera poco, la adicción además puede ser versátil, un comprador compulsivo puede dejar la adicción a las compras, sustituyéndola por una adicción a su psicólogo. Es común ver que los adictos a las drogas en rehabilitación fuman como desesperados o trabajan hasta caer rendidos. La adicción sigue ahí, pero con otro rostro.

Todas las adicciones nacen como pequeños deseos, necesidades sin importancia, pero paradójicamente entre más se satisfacen, más crecen. Crecen como un parasito dentro del cerebro, que poco a poco toma un control absoluto de los pensamientos. Tiene sus propio sistema inmune, su primer defensa es la negación, yo no bebo mas que los fines de semana; luego minimizan, pero si sólo me fumo una cajetilla al día ¿qué tanto es?; después viene la justificación, fumo mota para controlar el estrés; enseguida la proyección, es que mi jefe es como a pain in the ass, necesito relajarme para poder soportarlo y que mejor que un buen polvo; finalmente la postergación, mañana veré como le hago para contentar a mi mujer por haberme ido de borracho y olvidar nuestro aniversario de bodas, de momento estoy a toda madre con mis cuates agarrando el pedo.

Ese parasito también tiene sus mecanismos para alimentarse y eso lo hace a través de la distorsión de la realidad. Los problemas cotidianos se transforman en verdaderas tragedias, cualquier cosa se vuelve una mortificación, la realidad se torna blanca o negra, sin matices, hay una incapacidad para percibir que los problemas no son tan graves y que si bien puede haber algún dolor, este no tiene por que convertirse en sufrimiento, la intolerancia a que se toquen temas relacionados con la adicción se vuelve una barrera al raciocinio, la soberbia surge como un mecanismo de compensación del ego hipertrofiado ante la devastación sufrida en el plano de la vida personal; la vida cotidiana se vuelve tan nefasta que no hay más remedio que buscar refugio en la adicción, justificando su existencia, alimentándola y dejándola crecer.

La adicción crea su propia realidad virtual, el adicto viaja en un crucero, donde siempre es noche de fiesta, dentro de ese gran barco no siente el miedo atroz que le provocan las olas que le rodean y el inmenso vacío del mar, aquí sólo existe la felicidad, hasta que tarde o temprano el barco colisiona con el iceberg de la realidad, tan dura y fría. Tal vez se hunda sin remedio llevándolo a las profundidades del averno, tal vez logre llegar a una costa y se salve, pero nada será igual. Esa hermosa realidad virtual habrá desaparecido, pero la adicción seguirá agazapada acechando a la presa que se le ha escapado, lista para volver a atacar y devorar sus entrañas.

Maldita Zarihueya

PD: A Honorato de Balzac se le atribuye un manual llamado “L'Art De Se Mettre La Cravatte” en el que se describen 22 formas distintas de anudarse la corbata.

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